21 agosto, 2020

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La hipertensión arterial y el efecto de los probióticos

Dra. Mª Salud Abellán Ruiz. Profesora. Facultad de Ciencias de la Salud en la Universidad Católica de Murcia (UCAM)


La hipertensión arterial (HTA) es uno de los principales factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular, con una prevalencia de más de mil millones de personas en el mundo. A pesar de ser un factor de riesgo modificable su prevalencia sigue siendo alta. Además, la frecuencia de aparición de HTA entre los adultos aumenta con la edad, alcanzando casi el cincuenta por ciento en personas mayores de 60 años. Esta elevación crónica de la presión arterial da como resultado una mayor morbilidad y mortalidad al provocar con el tiempo, daños en órganos. Su fisiopatología es compleja y su etiología múltiple, influyendo factores genéticos, ambientales y endocrinos, y por ello el abordaje en el tratamiento no está enfocado a una causa única.

El uso de los probióticos como alternativa

El uso de nutracéuticos como intervención en el tratamiento de la HTA está muy extendido. Sin embargo, uno de los enfoques terapéuticos más novedosos y destacados es el uso de probióticos. En general, los microorganismos probióticos no solo están presentes o tienen su enfoque de actuación en el intestino grueso, sino también en otros órganos y con diferentes funciones como la disminución de los mediadores proinflamatorios y mejora de la inmunosupresión, la permeabilidad de la barrera intestinal, la translocación bacteriana o la función reguladora de metabolitos o sustancias bioactivas.

El efecto positivo de ciertas cepas

La microbiota intestinal, poblada por un mayor número de Firmicutes y Bacteroidetes y por un menor número de Actinoboacterias, Proteobacterias y Verrucomicrobia, se adapta constantemente a las modificaciones que se producen por factores como el estilo de vida, la edad, el medio ambiente, los fármacos y el estrés. Se trata de un ecosistema complejo que incluye a microorganismos aerobios y anaerobios. Se ha observado que, en comparación con pacientes normotensos, la diversidad y riqueza de la microbiota intestinal se encuentra reducida en pacientes con presión arterial elevada. No obstante, el efecto que han mostrado los probióticos sobre la reducción de la presión arterial se debe de evaluar por separado, puesto que cada cepa en particular puede desencadenar efectos diferentes. Concretamente, Lactobacillus plantarum ha mostrado reducciones significativas sobre la presión arterial diastólica y sistólica, efecto que se manifiesta de una manera más pronunciada que cuando se administra un probiótico con múltiples cepas. Lactobacillus acidophillus también tiene un efecto hipotensor mediante dos mecanismos relacionados con la función endotelial del vaso sanguíneo, como son descomposición del colesterol y desconjugación de las sales biliares. En esta línea, es pertinente señalar que la obesidad y la diabetes, factores de riesgo predisponentes de hipertensión y enfermedades cardiovasculares, se han relacionado con una disminución de Akkermansia muciniphila por lo que, la introducción de esta cepa podría contribuir a revertir el trastorno metabólico y mejorar la inflamación de estos pacientes.

La relación entre la presión arterial y la microbiota 

El mecanismo fisiológico sobre el posible efecto de los probióticos como antihipertensivo y sobre la función endotelial no se conoce con exactitud, sin embargo, algunos estudios recientes sugieren una asociación entre la presión arterial y la disbiosis de la microbiota intestinal, la cual puede regular aproximadamente el 10% del transcriptoma del huésped, es decir, aquellos genes relacionados con la función inmune, la proliferación celular y el metabolismo. Por otro lado, la leche fermentada por bacterias como Lactobacillus plantarum inhibe la actividad de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) al alterar las proteínas en péptidos hipotensores, como parte del proceso metabólico. Además, los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) producidos por la microbiota intestinal modulan la presión arterial mediante los efectos producidos en diferentes vías y receptores (GPR41, receptor de AGCC 3 y GPR43, receptor de AGCC 2) y un receptor olfativo (Olfr78), efectos que van desde una acción vasodilatadora o la inhibición del acumulo de grasa en el tejido adiposo hasta el aumento del gasto de energía al estimular el sistema nervioso.

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