29 enero, 2021

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Probióticos y su relación con la obesidad

Dr. Javier Marhuenda Hernández, Nutricionista Ph.D. Profesor grado en Farmacia. UCAM


En la obesidad, el equilibrio y la proporción de las diferentes bacterias de la microbiota intestinal se ven alteradas. De forma general, en personas con sobrepeso u obesidad, la proporción de las dos familias de bacterias mayoritarias (Firmicutides y Bacteroidetes) se incrementa a favor de las primeras. El género Firmicutides consta de más de 274 géneros como Bacillus, Lactobacillus, Mycoplasma o Clostridium entre otras, y también hay alrededor de 20 géneros de Bacteroidetes. Esta relación es tan estrecha, que se está tendiendo a considerar a la microbiota intestinal como un factor muy a tener en cuenta para el desarrollo de la obesidad.

Para comprender el papel terapéutico de los probióticos, especialmente Lactobacillus y Bifidobacterium, se han analizado y probado en diferentes estudios en humanos durante los últimos años, demostrando una efectividad muy notable para el tratamiento de la obesidad. El peligro de la obesidad no sólo se debe a la concentración de grasa en los diferentes tejidos, sino a los numerosos factores que se desarrollan a partir de ella. Por ejemplo, podemos encontrar el incremento de colesterol plasmático, triglicéridos, aumento de la presión arterial, formación de placas de ateroma, o incremento de la resistencia a la insulina entre otros.

Precisamente, y en relación a esto último, el papel de los probióticos como ayuda para el tratamiento de la obesidad parece tener que ver con la mejora de estos parámetros que se acaban de comentar. El tratamiento con probióticos ha demostrado ser efectivo para reducir los niveles de colesterol total, aumentar el colesterol HDL (el “bueno”), y aumentar la sensibilidad a la insulina. Todo ello derivaría en la mejora de los efectos adversos derivados de la obesidad. La mayoría de los estudios que se han desarrollado hasta la fecha apoyan los beneficios contra la obesidad de algunos tipos de probióticos como Lactobacillus (L. caseistrain Shirota, L. gasseri, L. rhamnosus y L. plantarum, entre otras) y Bifidobacterium (B. Infantis o B. longum).

Incluso, aunque no es algo que se pueda afirmar con rotundidad, algunas bacterias podrían incluso actuar como tratamiento antiobesogénico (es decir, reduciendo la obesidad directamente), o reduciendo la inflamación generalizada que se produce en estados avanzados de obesidad.

Debido al efecto beneficioso de los probióticos en la mejora de la disbiosis intestinal (lo que se define como el cambio de microbiota de una persona sana), estos se pueden emplear para reequilibrar la microbiota intestinal. Existen muchos estudios que han centrado en el papel de los probióticos para el tratamiento de la obesidad, llegando a la conclusión de que su capacidad para combatir la obesidad está relacionada con los siguientes mecanismos:

  • Mejora del perfil lipídico (colesterol, y triglicéridos).
  • Mejora de la sensibilidad a la insulina, lo que mejora la diabetes en personas diabéticas tipo II.
  • Control de la señalización de la leptina (hormona que reduce la sensación de apetito), aumentando la sensación de hambre en personas obesas y, por tanto, reduciendo el volumen de comida consumida.
  • Regulación de citocinas y de genes proinflamatorios, es decir, reduciendo el estado inflamatorio derivado de la obesidad.

De acuerdo con las acciones que ejerce la microbiota intestinal en humanos, podemos reconocer dos mecanismos principales de acción en el tratamiento de la obesidad mediante probióticos:

  • Efectos antagónicos sobre el crecimiento de microorganismos patógenos y adherencia competitiva a la mucosa intestinal y epitelio (lo que se podría denominar como actividad antimicrobiana). Es decir, las bacterias presentes en los probióticos, acaparan todos los recursos disponibles en el colon, reduciendo la posibilidad de que otras bacterias potencialmente dañinas, puedan desarrollarse.
  • Mayor producción de la capa de moco intestinal y reducción de la permeabilidad intestinal (función de barrera contra otras bacterias), y mejora del sistema inmunológico gastrointestinal.

En conjunto, estos mecanismos pueden modular la composición de la microbiota intestinal y el metabolismo del huésped, restaurando una microbiota común de las personas no obesas (lo que se denominado como "microbiota intestinal magra").

 

 

Bibliografía

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